El objetivo no es llegar sino estar yendo.
Cualquier excursión tiene sus momentos especiales. Si bien el final de la ruta es un momento que se vive con euforia, por ser un logro, incluso posiblemente sea un objetivo que nos pusimos en la vida, no suele ser el momento que se nos viene a la mente, cuando nuestra cabeza vaga por los recuerdos.
Los momentos que nos hacen felices e instintivamente nos sacan un gesto de alegría y hacen que brillen nuestros ojos son las anécdotas, situaciones y sucesos del camino. Son lo que recordaremos hasta el final del fantástico camino que es la vida. Esas ocurrencias las revivimos, una y otra vez, cuando nos volvemos a ver para comenzar una nueva aventura. Nos hacen sentir el dulce placer de la amistad.